viernes, 2 de marzo de 2012

APRENDIEDO EL SIGNIFICADO DEL AMOR




Hoy cumplo seis meses de felicidad al lado de mi nuevo amor. Todo ha marchado bien. Hemos salido frecuentemente. Y es mejor que lo que yo esperaba. En este lapso me he dado a la tarea de conocer más a fondo a Óscar.

Anoche comencé a analizar los alcances de esta relación. Llegué a la conclusión de que no duraría. Y no porque la pasáramos mal, sino todo lo contrario. No se podría tener tanta felicidad sin que hubiese algo que lo echara a perder. Siempre es así.

Lo vi pasar por la tarde al lado de su esposa, y en ese momento me di cuenta del rol que yo tenía en esta relación. El papel de amante que protagonizaba hizo que me sintiera sumamente mal.

Vino a mi mente el recuerdo y el sentir que se habían presentado, el día que me enteré de lo sucedido con Ricardo. Y por segunda ocasión me coloqué en el lugar de la esposa de Óscar. Pensé en lo mal que ella se sentiría cuando se enterara de que su esposo le era infiel conmigo o con quien fuera.

Me sentía muy mal. Pero también me puse a pensar que en realidad yo no estaba actuando de mala fe. Yo en verdad me había enamorado de Óscar. Él para mí no era un juego, sino todo lo contrario.

Esta vez sentí la necesidad de pensar en mí y en lo que quería: dejaría de pensar en los demás. A lo largo de mi vida, siempre había actuado de una manera en que daba prioridad a lo que pensaban, sentían o querían las personas que tenía a mi alrededor. Y en esta ocasión no dejaría que pasara lo mismo. Lucharía por el amor de mi vida. Estaba dispuesta a enfrentarme a todos los problemas que esto ocasionaría.

Después de 10 minutos de haber pasado Óscar con su esposa, sonó mi celular. Era él para recordarme que precisamente hoy cumplíamos seis meses de salir. Me propuso que nos viéramos el fin de semana.

El sábado por la tarde, Óscar me citó en un lugar muy desolado. No entendía por qué quería que nos viéramos ahí.

Al llegar vi que traía un ramo de rosas hermosas, unos binoculares, un par de sabanas y una botella de vino. Le pregunté por qué me había citado en ese lugar. Me tomó de la mano y comenzamos a caminar. Subimos hasta la cima de una colina.

Empezaba a caer la noche. Me dijo que había recordado lo mucho que me gustaba ver la luna, y que había escuchado en las noticias que habría luna llena. Y para eso eran los binoculares.

Extendió el par de sabanas, destapó la botella de vino y brindamos por lo bien que nos sentíamos al estar juntos. Nos recostamos a admirar la belleza de luna. ¡En verdad era hermosa!  Era una de esas ocasiones en que la luna se veía enorme, y que en cualquier momento caería sobre ti. Era magnifico ese anochecer.

¡Y cómo olvidarlo! Recuerdo que en ese momento Óscar me susurró al oído que me amaba. Me confesó que era la segunda ocasión en que se enamoraba y juró que, pasara lo que pasara, nunca saldría de mi vida.

Las caricias no podían faltar. Yo simplemente me dejé llevar y  disfruté del momento. Recorrió con sus manos todo mi cuerpo. Sutilmente me despojó de mi ropa. Comencé a acariciarlo y a probar de la miel de sus besos. Mi sangre hervía, adrenalina corría por mis venas, su corazón latía fuertemente. Nos fundimos en un solo ser. Mi cuerpo vibraba. Era excitante ver como el sudor del deseo caía sobre mi pecho. Y por primera vez, sentí lo que era hacer el amor, y no la sencillez de solo tener relaciones sexuales. Perdimos la noción del tiempo, y cuando nos dimos cuenta de la hora que era, decidimos continuar con lo ya empezado. Nos quedamos toda la noche disfrutando del placer de estar juntos. ¡Y, claro, de la luna también!

Nunca la olvidaré esa noche. Entendí el verdadero significado del amor. ¡Y de qué manera!



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